La propuesta es pintar la flor con colores previamente escogidos, los que la intuición mande, aunque no sean necesariamente los correspondientes. Mientras, se medita y se reflexiona sobre la afirmación que la acompaña. De esa manera, después de cada una de las sesiones, se habrá logrado que un pensamiento positivo escogido conscientemente se haya sembrado en nuestra mente, espíritu y corazón.