Acaríciame con la mano que no tienes relata el proceso de «no escritura» de esa novela improbable, mientras el protagonista reúne documentación inútil, alimenta a su carpa doméstica y añora a su prima desaparecida, la enigmática Raquel. De un modo u otro, todos los episodios de la narración acaban apuntando a este personaje misterioso, la asombrosa prima Raquel, cuya figura se agranda paso a paso a la vez que se complica en la maraña de versiones que surgen sobre su historia. También los demás personajes están sujetos a los vaivenes de una realidad movediza que se fragmenta según puntos de vista contradictorios y a menudo mutantes. Tan inestables, que algunos de esos personajes cambian de nombre y se desdoblan y se funden y se confunden con un desparpajo desconcertante. Alrededor de Serafín en su pasado rural y en su presente urbano corretea una corte de criaturas extravagantes. Con uno de ellos, su rival Txomin, el protagonista se lanza a resolver una intriga insensata en torno a un viejo zapato perdido que fue de Raquel. Acaríciame con la mano que no tienes no es una novela convencional. La narración discurre hacia un final sorprendente entre la peripecia surrealista y el lirismo patético de unos personajes tan esperpénticos como vulnerables. Hay una voluntad de diversión, de juego irreverente, pero también de reflejar la confusión de un mundo reconocible: el nuestro.