«Tal vez un día el hombre, cansado de preparar, explicar, convencer, llegue a escribir sólo aforísticamente», afirmó Samuel Johnson. Tal premisa preside este libro extraordinario de uno de los psiquiatras, memorialistas y científicos más relevantes de la cultura española reciente. Poco dado a escribir obras divulgativas o de autoayuda, CARLOS CASTILLA DEL PINO dejó, en cambio, jugosísimas reflexiones que «afloraron» en medio de sus investigaciones, destilados de una prolongada reflexión y de una cada vez más coherente teoría del sujeto. «Aflorar», según la definición de la Real Academia, es, «dicho de algo oculto, olvidado o en gestación: surgir, aparecer», y así surgieron estos pensamientos, mientras se gestaban ensayos complejos y extensos.Juntos conforman un sorprendente «arte de vivir», en clave humanista, que aconseja ante todo ser más que aparentar, no mentir, no traicionarse, trabajar sin desaliento para así formarnos y construirnos, observar y apreciar cuanto nos rodea. El lector descubrirá, en ese ideal de vida, sugerencias que tendrá que hacer suyas, porque, como el autor dice en su nota al título, si el aforismo concluye, el «aflorismo» comienza, prosigue, no acaba donde termina.
«Tal vez un día el hombre, cansado de preparar, explicar, convencer, llegue a escribir sólo aforísticamente», afirmó Samuel Johnson. Tal premisa preside este libro extraordinario de uno de los psiquiatras, memorialistas y científicos más relevantes de la cultura española reciente. Poco dado a escribir obras divulgativas o de autoayuda, CARLOS CASTILLA DEL PINO dejó, en cambio, jugosísimas reflexiones que «afloraron» en medio de sus investigaciones, destilados de una prolongada reflexión y de una cada vez más coherente teoría del sujeto. «Aflorar», según la definición de la Real Academia, es, «dicho de algo oculto, olvidado o en gestación: surgir, aparecer», y así surgieron estos pensamientos, mientras se gestaban ensayos complejos y extensos. Juntos conforman un sorprendente «arte de vivir», en clave humanista, que aconseja ante todo ser más que aparentar, no mentir, no traicionarse, trabajar sin desaliento para así formarnos y construirnos, observar y apreciar cuanto nos rodea. El lector descubrirá, en ese ideal de vida, sugerencias que tendrá que hacer suyas, porque, como el autor dice en su nota al título, si el aforismo concluye, el «aflorismo» comienza, prosigue, no acaba donde termina.