Alarico es ya rey de los visigodos y un reputado militar, respetado entre los suyos y temido por sus enemigos. El joven monarca, educado por mentores romanos pero a la vez heredero de la tradición goda, se pone a las órdenes del emperador Teodosio en la batalla de Tesalónica.
Tras la sangrienta victoria, Alarico debe separarse de su prometida Valeria, quien desaprueba su crueldad. Sin embargo, no será el único que pagará las consecuencias del encarnizado combate: Teodosio tendrá que enfrentarse a la excomunión, así como a las intrigas palaciegas que conllevarán la división del Imperio.
Con el tiempo, Alarico comprenderá que el respeto hacia su pueblo pasa por desafiar al poder, así que armará un ejército capaz de someter a la ciudad de Roma a un feroz asedio. Este hecho supondrá el principio del fin del Imperio romano.
Y es que cuando una brillante estrategia se alía con el afán de venganza, ni los ejércitos más poderosos pueden resistirse a la fuerza de sus rivales.