Max Aub fue escribiendo los Crímenes ejemplares de manera libre y lúdica, trabajando con un potente humor negro y una fuerte irreverencia en cuanto a las formas, este abanico de argumentos frente a lo inaceptable del acto violento llevado al extremo: la aniquilación del otro. El humor descontractura y a la vez da cuenta de la posición de quien lo esgrime. Aun lo sabía y por eso declara: «Me declaro culpable y no quiero ser perdonado. Estos textos -dejo constancia- no tienen sengundas intenciones: puro sentimiento». En la fuerza que ofrecen estos microrrelatos, lo grotesco del crimen es trabajado a través de la repetición creativa, nunca monótona. Nuevamente Aub ofrece la clave de lectura: «Siempre que pude evité la monotonía, que es otro crimen». Leer, reír y reflexionar son un mismo fruto que madura a través de las páginas de este libro. Las ilustraciones de Linares dialogan íntimamente con los conceptos más fuertes del libro, trabajada para tal fin con la atinada bicromía del rojo y negro «en rápidos trazos como cuchillazos y manchas que cayeron sobre el papel sin mucha posibilidad de control», tal como el propio Liniers explica. La afinidad de su posición artística con la de Max Aub se atestigua no solo en las páginas del libro, sino también en trazos de sus propias palabras: «Le tengo pánico al aburrimiento. Prefiero que me odien a generar indiferencia».