El hombre más fuerte del mundo se ha de enfrentar en el día a día a las limitaciones que le imponen su edad y su estatura. Lo confunden con la tía Encarna al teléfono, ha de subir a pie a casa porque no llega al botón del ascensor, se marea en coche, le aterroriza el brócoli y no le gusta nada que le corten el pelo. Nada de eso impide que se sienta el hombre más fuerte del mundo y que de mayor quiera ser el bombero más valiente de todos.