Los personajes de Diez planetas habitan un futuro inimaginable que, no obstante, nos invita a dudar de las herramientas con que calibramos nuestro mundo más próximo: un terrícola exiliado en un improbable rincón de la galaxia hace un descubrimiento que le obliga a replantearse sus categorías de especie; una casa se rebela contra la manía de infelicidad de la familia que la habita; una exigua bacteria cobra conciencia en un colon humano por el azaroso efecto de una droga lisérgica; un cosmonauta desentraña un mapa nítido del mundo a través de las casi imperceptibles señales de una nariz Sin perder un ápice de su habitual frescura ni de la rara precisión para nombrar lo ambiguo, el mexicano Yuri Herrera nos invita esta vez a mirar «del otro lado», allí donde nuestras gramáticas y unidades de medida se quedan pobres y nos enfrentamos a una liberadora conciencia de infinito. Porque Diez planetas es un libro de ciencia ficción, sorprendentemente unitario, pero también una pequeña colección de cuentos filosóficos «ilustrados» en la tradición que hermana a Ursula K. Le Guin y Philip K. Dick con Jonathan Swift y Vol