Darwin vio en la profunda unidad de tipo que parece enlazar a la más variada gama de organismos un argumento definitivo en defensa de la realidad de la evolución natural de las especies. La persistencia a lo largo del tiempo de tales pautas de organización biológica debía ser uno más de los resultados de la selección natural, que habría ido descartando muchos otros modelos alternativos de plan corporal básico, menos eficientes para sobrellevar la presión del ambiente.
La moderna Biología evolutiva del desarrollo ha llegado sin embargo a la conclusión de que la unidad de tipo a la que responden los organismos vivos es independiente de la selección ejercida por el ambiente y que debe ser considerada como una característica mucho más esencial, en cierto modo definitoria, de lo que representa ser un
organismo vivo.
La trascendencia del Discurso sobre la naturaleza de las extremidades (1849) radica precisamente en que Richard Owen prefigura y desarrolla esta idea central del pensamiento biológico contemporáneo. Tomando como caso ilustrativo el de las extremidades de los vertebrado, argumenta que su unidad, a despecho de la variedad de usos a los que sirven en las muy diferentes condiciones de existencia de sus portadores, demuestra que se trata de realizaciones de un mismo «arquetipo», al que obedece el desarrollo de las más variadas especies e inalterable sean cuales sean las circunstancias en que los organismos se desenvuelven.
Aunque Owen fue injustamente acusado de «platónico» y defensor de la idea de «creación especial» por parte de los militantes del darwinismo, lo cierto es que la lectura de su obra demuestra que se trata de un pensador estrictamente materialista y de un avanzado de la biología evolutiva contemporánea en no menor medida que Charles Darwin.