La antigua Grecia estaba salpicada de santuarios, espacios sagrados donde los peregrinos entraban en contacto con la divinidad, conexión que se hacía especialmente estrecha en las sedes oraculares.
Estos oráculos ejercieron como elemento unificador de la identidad griega, pero también estuvieron involucrados en algunas de las artimañas que moldearon el devenir histórico de la Hélade.
Con el paso de los siglos, los santuarios se convirtieron en auténticos centros artísticos y políticos, recintos en los que los individuos más importantes buscaban grabar su impronta en la piedra y el mármol.
En estas páginas, Javier Jara Herrero hace suya la difícil labor de reconstruir los santuarios más relevantes de la Grecia antigua, entre los que se incluyen Delfos, Dídima, Dodona, la acrópolis de Atenas, Olimpia o el santuario de Asclepio en Epidauro. Para hacerlo, repasa sus orígenes, entrelazando historia y leyenda para crear una imagen nítida del hogar de los dioses.