En este vibrante relato histórico, Domingo de Sora Luce narra cómo, siendo él caballero a las órdenes de Francisco Pizarro en la Conquista del Perú en 1532, apresaron y dieron muerte al último gran Inca Atahualpa... para, en rea-lidad, contar mucho más. Treinta años después de aquellos sucesos, el protagonista es un anciano retirado en un convento al que, a pesar de su intento de aislarse del mundo, su conciencia no le permite desprenderse de su participación en el ocaso de una civilización sumamente fascinante; y aunque ahora ha entendido que entonces él era tartamudo... también por dentro, sabe que eso no le exculpa de haber participado en aquellas atrocidades llevadas a cabo en nombre de la fe y del nacionalismo; un cóctel explosivo cuya mecha incontrolable fue la enajenada codicia por el oro, que poco se aleja de la que ha llevado hoy, casi quinientos años después, al primer mundo' a otra de sus crisis. Wassermann, con este espléndido testimonio, nos insta a plantearnos sobre si, realmente, lo de empeñar-nos en llevar una cruz en una mano y en la otra un puñado de oro nos acerca a nuestro ideal de felicidad; o sobre quiénes rinden cuentas de aquellos actos que nos hacen retroceder a todos, a toda la Humanidad... O acaso no hay respuestas, porque, como se pregunta Wassermann, sólo nos queda el anhelo de un mundo mejor, pues éste en el que vivimos ¿quizás ha sido rechazado por Dios?