Nunca como en este libro podría decirse con más acierto que la poesía es una mirada, una manera de ver, una aprehensión sensorial, en apariencia tan objetiva como sutil, tan acerada como sensible, de la inagotable realidad. Sus poemas son un registro intenso, casi abstracto, de detalles y brillos del mundo que nos rodea: viajes y personajes, lugares y películas, vistos por un agudo espectador que logra objetivarlos. Y de esas anécdotas apuntadas, permanece su emoción y su latido, pues los versos atrapan, en su fluir «como una conversación solitaria», un sentido nuevo, un misterio existencial permanente. Once años después de su último libro de poemas, El sentimiento de la vista confirma a Miguel Casado como un poeta excepcional.
Nunca como en este libro podría decirse con más acierto que la poesía es una mirada, una manera de ver, una aprehensión sensorial, en apariencia tan objetiva como sutil, tan acerada como sensible, de la inagotable realidad. Sus poemas son un registro intenso, casi abstracto, de detalles y brillos del mundo que nos rodea: viajes y personajes, lugares y películas, vistos por un agudo espectador que logra objetivarlos. Y de esas anécdotas apuntadas, permanece su emoción y su latido, pues los versos atrapan, en su fluir «como una conversación solitaria», un sentido nuevo, un misterio existencial permanente. Once años después de su último libro de poemas, El sentimiento de la vista confirma a Miguel Casado como un poeta excepcional.