La monarquía española está sufriendo su primera gran crisis entre las recientes convulsiones de la institución, las muestras de impopularidad y la necesidad social de transparencia. Sin embargo, aún sigue inspirando cierto miedo escénico desde el punto de vista informativo. Este libro examina, por primera vez en la historia de la democracia, las opacas herramientas comunicacionales de la monarquía española. Daniel Barredo ha evaluado casi cuatro mil contenidos periodísticos y como resultado principal de esta investigación, que ha tenido que sortear la opacidad de los gestores de la Casa del Rey, se muestra el proceso de construcción del llamado tabú de la expresividad real, el cual sintetiza la mayor parte de la actividad comunicacional de Juan Carlos I. El rol del rey como árbitro simbólico, encargado por la Constitución Española, obliga al titular de la Corona a organizar una información fuertemente tabuizada y estereotipada. Ese tabú parte de un contexto previo: don Juan Carlos, al heredar el poder del dictador Francisco Franco, adquirió asimismo algunas de las propiedades simbólicas asociadas a la jefatura de Estado, como el silencio representativo o el miedo de los comunicadores. Aunque nos cueste creerlo, todavía hoy la monarquía española -que posee una estructura similar a la de la Iglesia católica- mantiene vigente parte de una raíz simbólica que entronca con el tabú del miedo al soberano de la sociología clásica, o el carácter sagrado atribuido al monarca desde la propia Constitución Española de 1876. Las siguientes páginas también aportan algunas claves para entender la adaptación contemporánea de la Corona como una marca corporativa patrimonial, según la definición dada por algunos estudiosos sobre las monarquías británica y sueca. Don Juan Carlos, en ese esquema anclado al capitalismo y a la mercadotecnia, escenifica una comunicación controlada, en la que se improvisa incluso la espontaneidad; el fin de la Corona no es informar, sino persuadir de la necesidad de su existencia, porque solo a través de esa lógica puede conseguir su objetivo principal: sobrevivir.
La monarquía española está sufriendo su primera gran crisis entre las recientes convulsiones de la institución, las muestras de impopularidad y la necesidad social de transparencia. Sin embargo, aún sigue inspirando cierto "miedo escénico" desde el punto de vista informativo. Este libro examina, por primera vez en la historia de la democracia, las opacas herramientas comunicacionales de la monarquía española. Daniel Barredo ha evaluado casi cuatro mil contenidos periodísticos y como resultado principal de esta investigación, que ha tenido que sortear la opacidad de los gestores de la Casa del Rey, se muestra el proceso de construcción del llamado "tabú de la expresividad real", el cual sintetiza la mayor parte de la actividad comunicacional de Juan Carlos I. El rol del rey como árbitro simbólico, encargado por la Constitución Española, obliga al titular de la Corona a organizar una información fuertemente tabuizada y estereotipada. Ese tabú parte de un contexto previo: don Juan Carlos, al heredar el poder del dictador Francisco Franco, adquirió asimismo algunas de las propiedades simbólicas asociadas a la jefatura de Estado, como el silencio representativo o el miedo de los comunicadores. Aunque nos cueste creerlo, todavía hoy la monarquía española -que posee una estructura similar a la de la Iglesia católica- mantiene vigente parte de una raíz simbólica que entronca con el tabú del miedo al soberano de la sociología clásica, o el carácter sagrado atribuido al monarca desde la propia Constitución Española de 1876. Las siguientes páginas también aportan algunas claves para entender la adaptación contemporánea de la Corona como una marca corporativa patrimonial, según la definición dada por algunos estudiosos sobre las monarquías británica y sueca. Don Juan Carlos, en ese esquema anclado al capitalismo y a la mercadotecnia, escenifica una comunicación controlada, en la que se improvisa incluso la espontaneidad; el fin de la Corona no es informar, sino persuadir de la necesidad de su existencia, porque solo a través de esa lógica puede conseguir su objetivo principal: sobrevivir.