«El derecho a expresar ideas -buenas, malas perversas, disparatadas, imposibles- es el derecho más precisado que puede tener un individuo. Lo interesante es que, en el curso de asegurárselo a sí mismo, debe inevitablemente garantizárselo a su enemigo. De otro modo, no habría libertad para ninguno de los dos.»
Dalton Trumbo, El tiempo del sapo
«A finales de la década de 1960, aquellos que conocieron o visitaron a Dalton Trumbo en su casa de Hollywood Hills, se encontraron a un hombre divertido y mordaz, aficionado a la lectura y al whisky, que escribía sus guiones por las noches dentro de la bañera y tenía por mascota a un loro que decía «oh, shut up!». En un momento histórico de oposición a la Guerra del Vietnam, en plena lucha por los derechos civiles y a punto de inaugurarse una nueva era cultural en Woodstock, el autor de Johnny cogió su fusil se convirtió en un referente intelectual del pensamiento crítico y la contracultura americana, en el símbolo del escritor comprometido capaz de acabar por sí solo con la infame lista negra de Hollywood.
Esta imagen constrasta fuertemente con la del guionista perseguido veinte años antes por el Comité de Actividades Antiamericanas. Trumbo fue uno de los diez intelectuales condenados por desacato al Congreso de los Estados Unidos al negarse a responder a la pregunta «¿es usted ahora, o ha sido alguna vez, miembro del Partido Comunista?»