Una familia de la izquierda caviar y otra de la derecha ultramontana heredan una finca en proindiviso. Feministas radicales, señoras del Rastrillo, catedráticos de la memoria histórica, militares, veganos, cazadores, un maestro budista y un cardenal se encuentran y se enfrentan en Alhorín del Cerro, un pueblo también dividido en dos bandos irreconciliables: porcícolas contra calabaceros. En una espiral de desconfianza, rencores históricos y garrotazos, un okupa desocupado y una broker provida representan, quizá, la última e irrisoria posibilidad de reconciliación de las dos Españas. El verano de nunca acabar es una sátira sobre el frentismo patrio que trata con la misma irreverencia y el mismo afecto a carcas y progres, rojos y fachas, animalistas y protaurinos: una novela feroz, hilarante y bienintencionada para lectores de cualquier pelaje.