Élise es una joven de veinte años reservada y modesta que apenas si se preocupa por tener una vida propia, subyugada como está por la relación maternal y protectora que la une a su hermano pequeño. Los dos son huérfanos y llevan una existencia precaria pero tranquila junto a su abuela en Burdeos. El hermano, buscando otros horizontes y dispuesto a iniciarse en la vida militante a toda costa, se traslada a París. Élise le sigue los pasos y conseguirá un empleo en la cadena de montaje de una fábrica de automóviles, donde comienza a ser consciente de la vida de verdad: la exigencia productiva implacable para satisfacer un incipiente consumo de masas; la tensión racial entre, por un lado, los trabajadores franceses y, por el otro, los inmigrantes argelinos, marroquíes o españoles; la dificultad de desenvolverse en la gran ciudad y sus periferias, cuya presencia es tan desasosegante y solitaria a veces como fascinante otras. En la fábrica entra en contacto con Arezki, un compañero argelino que sufre, como la mayoría de sus compatriotas, el trato arbitrario y desconsiderado de los patronos y de la policía, que ve