¿Sabías que el Joker se inspiró en un personaje de una de las primeras películas de terror, rodada en 1927? Pocos años antes, Nosferatu había helado la sangre de un impresionable público que creyó que su protagonista, Max Schreck, era un vampiro real. Pocos conocen que Ed Wood, el padre de la serie B, solía travestirse, y que su cine inspiraría la popular saga de zombis Resident Evil. Grandes actores y cineastas coquetearon con un género denostado durante años, como Jack Nicholson, protagonista de la peor película de terror de la historia, o Stanley Kubrick, quien estuvo a punto de dirigir El Exorcista.
Cine y terror siempre han ido de la mano. Y ya no hablamos del pavor que causó tal milagro técnico entre algunos espectadores de principios de siglo pasado -esto de verdad ocurrió-, sino de nuestra inclinación hacia las historias que nos fascinan y aterran, aquellas que desde los albores de la Humanidad se han susurrado frente a la vacilante luz de una hoguera y que, llegado el momento, dieron el salto a la gran pantalla para seguir ejerciendo su poderoso influjo.