Todas las personas nacen con algún tipo de habilidad especial, pero la habilidad hay que nutrirla y desarrollarla. Y, en la interpretación, es esencial para cualquiera que quiera triunfar descubrir la verdad de sí mismo, no intentar parecerse a nadie por famoso y admirado que sea. Esta es la paradoja del oficio de actores y actrices: al actuar, no puede notarse la preparación, pero la preparación es imprescindible.