La primavera acaba de llegar a Avilés con la promesa de temperaturas suaves y quizá algún día que otro en el que tormentas, lluvias incesantes y el fino orbayu que cala hasta los huesos den tregua a los habitantes de la ciudad asturiana.
Algunos ya se han lanzado a la calle este viernes, 22 de marzo, para disfrutar de la tarde que precede al merecido descanso del fin de semana. Los miembros del grupo Judicial de la Policía Nacional han retrasado el momento de irse a casa para celebrar los cincuenta y dos años de Deva Prendes, su jefa. En la comisaría están Juanjo, casi de su misma edad, al que le une no solo el trabajo de décadas, sino una amistad que los ha convertido en confidentes de sus miserias personales; Sergio, cariñoso, resolutivo y pasional, padre primerizo deseoso de ver a su diablillo, y Sandra, la más joven, una mujer enérgica que irradia empatía y que ya visualiza las olas que el mar le promete en la cercana Salinas el sábado por la mañana.
Casi no han podido ni brindar a las salud de su jefa cuando reciben una llamada que truncará sus proyectos y no solo durante el fin de semana: en la Plaza de España, epicentro de la ciudad, una joven acaba de suicidarse de una forma macabra y sangrienta, más parecida a un ritual satánico orquestado por un siniestro director de escena que un suicidio como tal.
¿Qué o quién la ha llevado hasta el límite?
Deva y su equipo habrán de dar respuesta a esta pregunta, y a contrareloj, pues la suicida -desaparecida cuatro años atrás- es la primera, pero no la última víctima.