Una mañana de junio de 1941, un pequeño pueblo de Lituania se ve sacudido por la repentina llegada del ejército soviético. Algiukas, de ocho años, se despierta con el sonido de los soldados aporreando la puerta de su casa. Pocas horas después, se encuentra en un sofocante tren de mercancías junto con su familia y muchos de sus vecinos, en dirección a las llanuras nevadas de la taiga siberiana. Un lugar remoto, frío y cruel, donde no crecen las manzanas y donde las abejas son criaturas de ensueño. Allí se verán obligados a sobrevivir con lo mínimo, a dormir donde y cuando otros se lo ordenen, a escribir cartas y confiar en que alguien pueda leerlas algún día. Pero Algis y los suyos plantan cara a la desesperanza por todos los medios: recitan haikus, aprenden papiroflexia, hacen una sopa milagrosa con lo poco que tienen a su alcance, y cantan para dar cobijo a sus recuerdos.