MÁRMOL, CARLOS / RONDÓN, JOSÉ MARÍA
Introducción. Elías Masaveu Rivell (1847-1924). El financiero discreto. Silvestre Segarra Aragó (1862-1941). El patriarca de las alpargatas. Damián Mateu Bisa (1863-1935). El motor de la fortuna. Pascual Camilo Payá (1876-1951). El rey del juguete. Juan March Ordiñas (1880-1962). El hombre sin límites. Ildefonso Fierro Ordóñez (1882-1961). El empresario del fósforo. Pepín Fernández (1891-1982). El «inventor» de los grandes almacenes. Demetrio Carceller Segura (1894-1968). El hombre del petróleo. Félix Huarte Goñi (1896-1971). El obstinado constructor. José María Aguirre Gonzalo (1897-1988). El plutócrata de San Sebastián. José María Aristrain Noain (1916-1986). El señor del acero. José Manuel Lara Hernández (1914-2003). El marqués de los libros.
Los doce personajes de este libro están muertos. Sin excepción. Y, sin embargo, de alguna u otra forma permanecen vivos a través de sus obras: las empresas que crearon. Muchas de ellas siguen vivas. Otras, las que han desaparecido, forman parte de la memoria sentimental de un tiempo -situado entre los siglos XIX y XX- que todavía condiciona nuestro presente. Este libro reúne sus historias a partir de hechos y datos biográficos, pero, al contrario de lo que es habitual en el campo de los estudios económicos, se presentan como relatos, transformando las respectivas trayectorias en embrión de novelas sobre hombres de fortuna, aquellos que, partiendo de la nada, fueron ascendiendo los peldaños de la escalera del éxito material, aunque sea más dudoso concluir si este viaje -lleno de luces pero también con sombras- terminó convirtiéndose también en un triunfo personal.
Los hombres que protagonizan este libro hicieron cosas. En su caso, imperios empresariales. Las sociedades mercantiles, aunque no hayan sido tradicionalmente objeto de prestigio desde la perspectiva de las humanidades ni gocen de la honorable pátina de la alta cultura, también son -o pueden ser- auténticas obras de arte: organizaciones humanas que crean riqueza mediante la venta de productos y servicios. En unos casos, enriquecieron a sus dueños. En otros, alimentaron a sucesivas generaciones de trabajadores. Sus creadores lograron hacer máquinas empresariales creando desde el vacío. No podemos afirmar que todos fueran hombres ejemplares. Lo que sí es indiscutible es que fueron personajes singulares, con talento e inteligencia suficientes para sobresalir entre sus contemporáneos y buscar, en un contexto de extraordinarias dificultades, su propio sendero.