Para quienes se echaron al monte, la guerra no acabó en 1939. Juan Caballero comanda una partida guerrillera que se mueve por la serranía andaluza, una figura entre mítica y espectral cuya mención llena de terror a las autoridades franquistas. En la aldea de Puebla del Alcor, las vecinas callan cada vez que se acerca Natividad Blanco, la esposa del jefe de la Falange. Ella y su padre, don Rafael, el médico local, son parte de esa España que siempre se adaptó al viento dominante. Pero Nati se sabe diferente. Sabe que se casó con el señorito del pueblo únicamente por deseo de Justo Fuentes, alias Patas Cortas, el alcalde impuesto tras la guerra. Sabe que ni un solo día ha amado a su marido, Pedro Fuentes; que ni un solo día se ha sentido parte de los vencedores. Por eso, la noche en la que la partida de Juan Caballero baja a Puebla del Alcor para atacar un convoy militar, Nati decide romper con su destino y acabar con ese silencio que la gobierna y hermana con las otras mujeres del pueblo. Luisa Carnés escribió Juan Caballero cuando el exilio republicano aún confiaba en que, terminada la segunda guerra mundial