Propusieron al Alcalde cambiar el nombre del pueblo. En vez de El Quinto Pino preferían La Capital de los Grillos. Llámese como se llame, El Quinto Pino, que tenía una gran afición a poner motes a todos los vecinos, se iba muriendo lentamente, que es una de las muertes más tristes y dolorosas. Una pandilla de los pocos niños que aún quedan se empeña en poner remedio a la situación de abandono que sufren tanto este como otros muchos pueblos. Saben que les queda por recorrer un largo camino para alcanzar ese sueño y que han de luchar contra la resignación y el desánimo. Sus propuestas para conseguirlo, muy disparatadas en no pocos casos, están llenas de imaginación. Por eso ocurren cosas maravillosas, curiosas aventuras llenas de ironía y humor. Saben que soñar es muy importante. ¿Lo conseguirán? El lector, que se divertirá con este curioso relato que provoca permanentemente la risa, es quien ha de decirlo. Las puertas de El Quinto Pino están abiertas.