En un contexto crispado por los últimos coletazos del franquismo y las reticencias de un sector importante de la población a cualquier tipo de novedad, la década de los setenta en España dio la bienvenida a una generación de artistas que, de forma casi intuitiva, comenzaba a trabajar con lo que años más tarde se conocería con el nombre de «instalación». Un género, un medio, una práctica, una noción en ningún caso una moda pasajera cuya teoría y praxis coinciden, todavía hoy, en revelar un campo de actuación de difícil interpretación histórico-crítica. A mitad de camino entre la figura del «cronista de la realidad» y la del «literato creador de subjetividad», Mónica Sánchez Argilés narra la historia de la instalación en España, de las últimas tres décadas del siglo XX, en relación al conjunto de las transformaciones de los lenguajes y las narrativas del arte contemporáneo internacional. Un capítulo esencial para el entendimiento de la evolución de las artes en nuestro país, que hasta hoy no contaba con un estudio sistemático que lo abordara.