Llamamos «árboles ornamentales» a los árboles de los parques y jardines, a los que puntean nuestras aceras, etc. Pero estos árboles no cumplen solamente una función ornamental. Favorecen las relaciones sociales; contribuyen a nuestro bienestar físico, mental y espiritual; estimulan las actividades pedagógicas, deportivas y artísticas; mitigan las molestias del ruido y de la fealdad; crean islas de frescor; proporcionan hábitat y recursos a otras especies; descontaminan el aire y los suelos, etc. Por otro lado, los árboles ornamentales no son los únicos que cumplen una función de adorno. Los huertos frutales, los bosques, bosquecillos y, en definitiva, todos los árboles embellecen nuestro planeta.
«Me pregunto si nuestra primera vinculación con los árboles no será estética, antes incluso de ser científica. Cuando nos vemos frente a un hermoso árbol es, simplemente, algo extraordinario».
Francis Hallé
¿Cómo se podan los árboles ornamentales? ¿A qué llamamos una poda lograda? Es una operación a la que se le exigen tres cosas: que responda a un objetivo (cuando no hay ninguna razón válida para podar un árbol, la mejor manera de cuidarlo es no hacerlo); que respete al árbol como organismo vivo, sensible, frágil y complejo (en este sentido, los conocimientos sobre anatomía y arquitectura vegetal han progresado mucho estos últimos años); y que haga un estudio razonado y no se deje llevar por los automatismos heredados, de ahí la importancia de un vocabulario normativizado, pero no limitante.
Esta guía es el fruto de una colaboración científica internacional y está destinada a todas las personas que gestionan y trabajan con los árboles. Ampliamente ilustrada, con fotografías y dibujos técnicos, se ha ganado un lugar en las manos y las bibliotecas de todas aquellas personas para quienes los árboles son un oficio o una pasión.