Cumplidos los treinta, la seducción es también un ejercicio de voluntad, y casi cualquier mujer agradece el cumplido de un hombre que casi no conoce... Eso es el caso de Wilmet Forsyth, casada con Rodney, un funcionario más pendiente de su trabajo que de su esposa..Esa señora alta y distinguida, que ama los trajes color café y los collares de coral, lleva una vida de lo más convencional, confortable y, ante todo, aburrida: va de compras, asiste regularmente a la iglesia y pasa más tiempo con su suegra que con su marido. Para entretenerse, decide asistir a las clases de portugués que imparte Piers Longridge, el hermano de una de sus mejores amigas. Justo cuando el profesor comienza a flirtear con ella, el marido de su amiga también decide citarla y dedicarle todo tipo de halagos..Un tanto sorprendida, Wilmet acepta el juego de ambos y empieza a fantasear con la posibilidad de un romance extramatrimonial, pero más allá de un par de paseos y de alguna llamada telefónica, nada parece concretarse. Finalmente, un buen día otro hombre aparece en el horizonte...Algo ha cambiado, así que Wilmet vuelve a su vida matrimonial con un entusiasmo renovado y sin renunciar nunca a esa discreta perversión que viste a las damas en los momentos de apuro..Como suele suceder con las novelas de Barbara Pym, la trama es un simple andamio que sirve para que la autora de rienda suelta a su ironía, a su sentido del humor, a su finura para criticar las costumbres de la burguesía inglesa. De ahí que la crítica la valore como la Jane Austen del siglo XX y que sus novelas, olvidadas durante un tiempo, vuelvan a triunfar en toda Europa...Cada frase de Los hombres de Wilmet es un placer que hay que paladear con calma..Washington Post...