En 2015, a sus 56 años, a Javier Pérez de Albéniz le diagnosticaron párkinson. A partir de entonces, emprendió un viaje muy diferente a los que había realizado como periodista y que le habían llevado por medio mundo: la búsqueda de actividades que le permitieran ralentizar el avance de la enfermedad y exprimir una vida disfrutona. Casi de rebote, Javier Pérez de Albéniz se topó con las tremendas virtudes que tiene el ping-pong para los pacientes de párkinson y se entregó a esta práctica con la misma devoción con la que antes había abrazado los viajes y la música. Cinco años después de haber recibido su diagnóstico y habiendo jugado solo tres campeonatos ùen Moral de Calatrava, en Candeleda y en Oropesaù, se encontró a sí mismo disputando la final de un campeonato internacional en Berlín. Este libro no solo es una crónica de supervivencia, sino también un canto a los pequeños placeres y a los grandes desafíos.