Monte de Sancha fue publicado originalmente en 1950 y ya entonces constituía uno de los primeros testimonios en el que la Guerra Civil aparecía desprendida de referencias imperiales y de un lenguaje mesiánico y providencialista elaborado para ensalzar las virtudes o atrocidades de un bando y otro. La intención de Mercedes Formica era la de destacar el surgimiento inesperado del horror, el instante en el que la vida de un ser humano deja de importarle a otro. Para ello, Málaga juega un papel determinante en la evolución del argumento, una ciudad que, por su propia distribución geográfica, había permitido el desarrollo de dos zonas antagónicas: el paraíso apacible de la colonia extranjera y española que residía en el elegante barrio de la Caleta, una parte de él es el Monte de Sancha, y la pobreza y el sufrimiento de los obreros que habitaban los barrios más humildes. La novela llegó a las votaciones finales del Premio Nadal de 1949 y quedó finalista de la primera edición del Premio Ciudad de Barcelona convocado en el año citado. Por su parte, Pío Baroja conservó siempre un ejemplar en su espléndida biblioteca