Supongamos que llevas años trabajando en la televisión, presentando un programa en 'prime time'. Lo tienes todo: fama, dinero, reconocimiento profesional, una rica vida social... Pero sientes que algo hace 'crack'. Y lo dejas todo. Pero lo dejas de verdad. Porque sabes que arrastras una herida profunda y muy antigua que ni la fama ni el dinero ni los reconocimientos han podido sanar. Y es hora de ocuparse de esa herida. Ésta es la historia de Beatriz Montañez. Ella decidió irse a vivir a una cabaña de piedra, antigua casucha labriega, que llevaba ya varias décadas abandonada. No había electricidad, ni agua caliente, ni ningún ser humano a menos de veinticinco kilómetros a la redonda. Era perfecta, pues era el momento de apostar fuerte, de vérselas a solas con esa mujer hueca o vaciada. ¿Un confinamiento extremo? ¿Un experimento? ¿Un arrebato? Ni mucho menos. Beatriz Montañez lleva viviendo en su modestísimo refugio más de cinco años... Simplemente dedicada a escribir. La historia que nos cuenta en 'Niadela' es, en última instancia, la de una desposesión: el abandono de sí misma para poder encontr