A sus veinte años, Ana María Gómez González, nacida la noche de Reyes de 1902 en Viveiro, y cuarta entre catorce hermanos, llega por fin a Madrid desde Avilés, donde su padre, funcionario del cuerpo de Aduanas, había recalado desde su Galicia natal. La pulsión que la arrastra desde niña hacia el arte ha podido ser encauzada en la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad asturiana, pero es la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y, sobre todo, la Residencia de Estudiantes las que propiciarán su transformación en Maruja Mallo, la pintora, la transgresora, la mujer libre que participó de la gran fiesta intelectual alrededor de nombres como García Lorca, Buñuel, Alberti, Dalí, Concha Méndez, Margarita Manso o María Zambrano; una eclosión de poesía, pintura y cine sin precedentes que surgió en los años 20 y a la que daría fin la Guerra Civil.