La historia que narra esta novela es del todo inverosímil... y sin embargo sucedió. Es increíble, pero es verdad: un museo de primer nivel internacional -el Reina Sofía- encarga para su inauguración en 1986 una obra a una estrella de la escultura, el norteamericano Richard Serra. Finalizada la muestra, el museo decide guardarla, y resulta que la escultura -¡de treinta y ocho toneladas!- se ha volatilizado.