1890. La pequeña iglesia que se levanta en el Poblet recibe el inesperado impulso de la fortuna entregada por una mujer desconocida. El arquitecto Gaudí lo aprovecha para cambiar su diseño por la que conocemos hoy: la Sagrada Familia.
Pues bien, lo que debería haber supuesto una ocasión de júbilo general y euforia desmedida no será más que el inicio de una descarnada historia de luchas y traiciones, una cruenta batalla que se mantendrá en secreto durante ciento treinta años. Una crónica de pecados que hoy conocerá el lector.
Y es que nadie puede imaginar las tramas del Palacio Episcopal que se esconden tras la Sagrada Familia, con Gaudí poniendo su cargo a disposición de sus ilustrísimas en una ocasión, presentando la dimisión cuando supo que no contaba con el apoyo del obispo; con un fabuloso talón de 800.000 pesetas entregado al arquitecto y que desapareció sin dejar rastro; y con el obispo Irurita ordenando abandonar la construcción y mandando diseñar una sencilla iglesia en su lugar.