Los niños tienen una inmensa capacidad para simplificar la vida. Las palabras que recoge esta obra son buena prueba de ello. Palabras que enseñan y sorprenden, palabras que cuidan y, tal vez, curan del desencanto de los mayores. Tras treinta años educando a niños en las tradicionales colonias escolares y en los campamentos de verano, en La Granja, una granja escuela ubicada en la población de Santa Maria de Palautordera (Barcelona), se dieron cuenta de que algo estaba pasando. El ruido ensordecedor del mundo y las prisas constantes habían provocado que los pequeños no tuvieran la oportunidad de escuchar sus propias preguntas, lo que les ocasionaba muchas carencias emocionales. Introdujeron la educación emocional en los talleres y actividades... y todo cambió. Surgieron palabras llenas de sentido, como las recogidas en este libro. Darles a los niños el tiempo y el lugar para parar, para pensar, para respirar y para sentir provocó la magia. Como explica Cristina Gutiérrez, codirectora de La Granja: «Una vez un niño nos preguntó: ¿Por qué los mayores os pensáis que el mundo de verdad es el vuestro y no el nuestro?. No lo sé, respondimos. Después de un tiempo nos dimos cuenta de que podíamos dar a conocer ese otro mundo de verdad, el suyo, y compartirlo a través de un libro». ¿Y qué mejor que con sus propias palabras, llenas de sabiduría y capacidad para el cambio? Y si los más pequeños pueden... ¿No vamos a poder nosotros?