Domingo Caballero renuncia en este libro a la poesía hermética que le venía caracterizando, culturalista y de factura irracionalista, parar valerse ahora de una retórica racionalista, casi clásica, de metáforas limpias.
Caballero recupera el sujeto para zambullirse en la lírica y construir un cuadrilátero nostálgico entre la infancia, la figura jocunda del Abuelo, la tensa relación con el Padre, más este país como telón.
Y lo hace a través de largos poemas-río en donde se mezclan hasta dos y tres historias que, en su mayor parte, preludian o rememoran la muerte sin tragedia.