Leí las primeras páginas de este libro "creyendo que era una novela porque el argumento me recordaba un cuento de Borges. Después me di cuenta de que se trataba de un caso real, el más detallado que yo había leído nunca, lleno de observaciones maravillosas e investigaciones profundas, pero repleto del duende y la sensibilidad de una novela. Luria sintió que ninguna ciencia podía totalizar claramente la comprensión de su enfermo. Por ello se sintió libre para crear una ciencia nueva (...). La tarea de Luria combinó lo clásico con lo romántico, la anatomía y el arte, la ciencia y la narración. Su tarea se convirtió en la mía. Su pequeño libro, como él lo llamó, cambió para siempre la dirección de mi vida".
Esta confesión del célebre Oliver Sacks, el autor de Un antropólogo en Marte y El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, ayudará a entender la profundidad e importancia del libro que hoy se publica.
En efecto, el asombro de Luria ante la inconmensurable memoria de su paciente, a quien trató y estudió a lo largo de décadas, da como resultado una obra deliciosa y a la vez desasosegante, en la que frialdad del científico no es capaz de esconder la emoción del hombre, una experiencia a la que el lector asiste no sólo como observador de una función prodigiosa, sino perturbado por la existencia, nosiempre feliz, de Salomón Shereshevski, el mnemonista del subtítulo.
Libro resonante en su aparente sencillez, la aventura del Funes soviético, el hombre que percibía "el sabor de cada sonido" y escuchaba "voces amarillas", el hombre que reproducía largas series de palabras que le habían sido mostradas quince años antes, el hombre que tuvo que adquirir el arte de olvidar para no morir aplastado por su memoria, no dejará indiferente al lector.