La ciudad de las cien agujas, con su embriagador laberinto de callejuelas empedradas, encandila a los visitantes gracias a su espectacular arquitectura gótica, sus genuinas tabernas, sus cafés fin de siècle, su arte de vanguardia y su majestuoso castillo el más grande del mundo. Es imprescindible visitar su excelsa joya, la Catedral de San Vito y pasear por la Plaza de la Ciudad Vieja, conocida por su reloj astronómico, en el cual, cada hora, la Muerte toca la campana e invierte un reloj de arena. Y el impresionante puente Carlos ofrece una inolvidable forma de cruzar de la Ciudad Vieja a Malá Strana. Después de ver el Castillo y cruzar el puente Carlos, se aconseja sumarse a los praguenses en sus parques, barrios y bares favoritos.