Para los antiguos, la justicia iba mucho más allá que lo que sucedía en un tribunal. Era mucho más urgente que las ideas que se debatían en las aulas de Filosofía. Implicaba una forma de vida, el compromiso personal de hacer lo correcto por difícil que fuera. Para Marco Aurelio, cualquier acto de injusticia era «una blasfemia». Cicerón afirmó que el sentido del honor y el carácter de una persona definen sus actos. En Ser justo en un mundo injusto, Ryan Holiday afirma que la justicia es la virtud que rige todas las demás virtudes. Todo lo que vale la pena perseguir en la vida debe surgir de un compromiso con la justicia, del deseo de hacer el bien en este mundo. La historia está llena de ejemplos de personas corrientes que se convirtieron en héroes porque actuaron movidas por un fuerte sentido de la justicia: la obsesión de Harry Truman por la integridad personal, la voluntad de Susan B. Anthony de ser encarcelada en su lucha por la igualdad, la campaña desinteresada de Gandhi, que logró la independencia de la India, y muchos más. En esta era de corrupción y cobardía, la justicia te pregunta: «¿Qué vas a hacer? ¿Qué no vas a hacer? ¿Qué debes hacer?». Solo con esta virtud fundamental podrás pasar de la bondad a la grandeza.