Quizás Siberia sea la última novela que publique. Reconozco que se está construyendo una nueva realidad en la que no tengo sitio. Por eso lanzo este dardo literario y me dispongo a resistir con el pie en el estribo. En el fondo Siberia es un libelo contra la soledad. Siberia no es un sitio (la Siberia rusa o la Siberia extremeña, esa comarca increíble del noreste de Badajoz); se trata más bien de un estado mental. No faltará quien, confundiendo ficción con realidad, piense que se trata de una inmolación, de una voladura controlada del autor en el momento en que puede ser pasto del olvido o la doma. Debo advertir, en todo caso, que Siberia es un texto imaginario. Cualquier parecido con la realidad sería escandaloso.