Sin lavarse las manos, sin cerrar la boca o cantando en la mesa son algunas de las normas de educación de este libro. Son instrucciones para desobedecer un orden injusto y perverso que rige nuestro Planeta.
Cuantos más alimentos produce la agricultura industrial, más pobreza y hambre se contabiliza; centradas todas las informaciones en la crisis financiera, la crisis climática y ecológica [disimulando] avanza peligrosamente; el endeudamiento de los países ricos y la deuda externa ya son iguales eliminando derechos sociales de la población; la discriminación hacia las mujeres, hacia el medio rural, hacia los pueblos indígenas en lugar de corregirse parece multiplicarse; y hasta la naturaleza con sus terremotos parece (pero no es cierto) discriminar a unos países frente a otros. No podemos lavarnos las manos.
Son muchas más las injusticias que podríamos enumerar. Por eso no podemos cerrar la boca y tenemos que retomar nuestro derecho la protesta y a la participación política, como algunos de los personajes de estos cuentos que luchan con su boina o con sus gritos, y con lenguajes recién concebidos.
Y sí, cantemos en la mesa si eso nos divierte. O contemos cuentos. Revolucionemos el Mundo para que brille radiante y festivo.
Sin lavarse las manos es pues una cosecha de cuentos protesta.