Varias naciones desarrollaron diversos modelos de submarinos enanos destinados a forzar bases navales enemigas y atacar a las grandes unidades allí fondeadas, por bien protegidas que se sintieran, para desequilibrar un teatro de operaciones.
Los italianos fueron los pioneros, pero apenas tuvieron ocasión de utilizar sus diseños en combate, al contrario que los torpedos humanos y los buceadores de combate.
Los japoneses desarrollaron las naves más avanzadas técnicamente, pero sus misiones superaron sus aún limitadas capacidades, a pesar del arrojo suicida de sus dotaciones.
Los británicos desarrollaron un ingenio con el casi exclusivo fin de acabar con el Tirpitz, misión en la que fracasaron, pero que, en su mejor tradición, magnificaron durante y tras la guerra. Y los alemanes, como en otros muchos aspectos, diversificaron demasiado sus esfuerzos,
demasiado tarde y demasiado poco.