El narrador de esta historia despierta en una cama que no reconoce en una habitación que no siente propia. Está amaneciendo y no sabe dónde está, ni que le impide levantarse, le cuesta abrir los ojos e identificar los ruidos y las voces que llegan desde el exterior. En su duermevela, trata de engarzar un recuerdo con otro hasta componer un mosaico en el que solo una constante parece anclarlo a la realidad: la relación que le une a Elisa y Tim.
Con una prosa certera y afilada, TIM narra la vulnerabilidad de un ser al límite de su conciencia en combate consigo mismo y el mundo que le rodea. Como si de una metáfora de nuestro presente se tratara, el relato se construye y deconstruye una y otra vez hasta colocar al lector ante el abismo de lo verdadero y del concepto último de identidad.