Una familia, la máquina de coser Singer y un secreto que las acompaña durante todas sus vidas. Este es el hilo conductor del nuevo libro de Ana Lena Rivera, “Las herederas de la Singer” (Grijalbo), que presentó en la Casa de cultura de Mieres en un acto organizado por el espacio cultural de la librería La Pilarica. En esta ocasión la escritora ovetense abandona la novela negra y a la investigadora Gracia San Sebastián, que la llevaron a hacerse con el Premio Torrente Ballester con “Lo que callan los muertos” (Maeva), para adentrase en la historia de una familia minera, su familia.
- ¿Dónde está la semilla que da origen al libro?
Está en la máquina de coser. Cuando el confinamiento me puse a ordenar el trastero, vi la máquina que era de mi familia y me empezaron a venir todas las historias que me contaban. Mi tía era modista en Pola de Lena, cosía junto a mi madre, y tenía aprendices de costura, se juntaban allí vecinas y amigas y hablaban de todas las anécdotas e historias de la posguerra. Me empezaron a venir todos los recuerdos, cuando se ponían a echar las cartas con el café, hacían una especie de terapia de grupo… Une también las historias de la Cuenca Minera, de mi padre que era de Turón, de la represión, de cuando mis tíos se fueron a París…
- Los personajes son inventados…
Sí, los personajes son ficticios, pero lo que les ocurre a ellas es la suma de cosas que les ocurrió a un montón de gente distinta, algunas que yo ni siquiera llegué a conocer.
- Con el libro también hacemos un recorrido por la historia…
La idea era contar como habíamos evolucionado como sociedad a lo largo de este siglo y, además viéndolo desde el punto de vista de la mujer. Pasan de estar totalmente dependientes del marido, de no tener acceso a muchas cosas a como estamos en la actualidad… La idea era hacer ese recorrido. Muchos de los puntos históricos, como la novela va dando saltos en el tiempo, ayudan al lector a no tener que mirar el año, a ubicarse directamente.
- Podemos decir que el libro es un homenaje a la mujer…
No pretendía hacer una novela feminista, de hecho no tiene ningún tipo de posicionamiento político. Lo que pretendía era contar de una forma neutral lo que pasaron estas mujeres, que vivieron esa extrema pobreza, que hacían de todo… iban a la mina, cuidaban de los hijos, hacían las labores del hogar, confeccionaban la ropa… mujeres que han quedado anónimas y son ellas las que lucharon porque nosotras estemos hoy aquí.
- ¿Fue muy difícil todo el proceso de documentación?
Hay una parte terrible que fue la de contrastar el tema de la represión, las torturas y demás. Pasé noches sin dormir. Tuve que entender como vivieron mi madre y mi abuela, de cómo fueron sus vidas… hubo una parte triste de tener que parar para llorar, pero también otra divertida recordando las discusiones en casa por la tele… Me se casi de memoria la hemeroteca del Teleprograma.
- ¿Cómo fue lo de cambiar la novela negra por este género más histórico?
Tenía historias que contar y las he contado, luego el género salió el que salió… La primera novela, “Lo que callan los muertos”, la catalogan como negra pero en realidad es más costumbrista. En ningún momento pensé que estaba escribiendo novela histórica con este libro… solo estaba contando las historias que escuchaba de niña, pero no pretendía hacer un libro de género histórico.
- ¿Tienes pensado escribir más libros?
Ya estoy con el siguiente. Es en la línea de este último pero no hay máquina de coser ni nada… Hay algunas historias que me han quedado por contar, personajes que no cuadraban en este libro.