Desde su dura infancia en el barrio Las Ventas de León, hasta la fundación de la Asociación Gitana de Gijón, pasando por su marcha a Asturias o la muerte de dos de sus hijos y su marido. Todo ello lo podemos encontrar en el libro “Lágrimas de una gitana. Tradición y cambio. La vida de Adela Gabarri” (Trabe), que se presentó en el espacio cultural de La Pilarica, en un acto organizado junto con la Asociación Amigos de Mieres. En él se relatan, de la mano de María José Capellín, las andanzas de esta gitana leonesa y su tortuoso camino hacia la felicidad y el respeto hacia su gente, el pueblo gitano. En todos estos años no ha dejado de luchar por conseguir un futuro mejor para su pueblo, impulsando proyectos, dando charlas por los colegios y fomentando la igualdad y el respeto.
Un libro que surge por amistad. “Hay que reivindicar la amistad entre las mujeres. El mundo se mantiene, se construye por las redes de amistad de mujeres. La crianza, el cuidado de los niños, de los ancianos, de los enfermos, el mantenimiento cotidiano… Adela y yo somos amigas, pero fueron las compañeras de AFA (Asociación Feminista de Asturias) las que nos apoyaron, también desde el Fórum Feminista”, explicó María José Capellín, que reconoció que otro de los motivos para impulsar este libro fue la lucha contra el antigitanismo. “Este país tiene un racismo estructural con respecto a la población gitana. Yo siempre me he sentido responsable de no haber sido capaces de haber puesto el tema en el primer plano de la agenda política. No luchamos lo suficiente contra ese racismo”.
El racismo, por desgracia, siempre ha estado muy presente en la vida de Adela Gabarri. “Vivo en una comunidad de 48 vecinos y he tenido que estar más de cuarenta años para demostrar que Adela es buena, ya les vale”, dice. “Cuando hay respeto mutuo la cosa funciona. Doy charlas en los institutos porque el pilar de una casa es la educación. A mi gente les digo que hay que formarse”, señala Gabarri, que se muestra orgullosa de lo que es y de sus orígenes. “A mi familia les digo que nunca renieguen de lo que son, somos gitanos”. En el libro lo deja claro. “Este no es libro para los gitanos, es para los payos. Llevamos más de 600 años entre ustedes, nos han machacado toda la vida, hemos traído una cultura… Hay que saber convivir entre todos, es lo más justo”, señala.
Una cultura y tradición gitana que también sufrió nuestra protagonista. “A mí me casaron con 13 años”, apuntó Adela, que reconoce que “si es ahora lo denuncio. En el libro no he puesto cosas que yo sufrí por no hacer daño a mis hijos y a mi gente”. “Me he sentido discriminada toda la vida por ser gitana. Yo solo quería ir al colegio, ser una persona normal… Tuve que luchar por mis hijos. Con 23 años me vine a Gijón con mis cinco hijos”. A raíz de esto y varios años más tarde es cuando crea la asociación de Gitanos. “La creamos en 1988, pero hasta el año 2000 no me dejaron llevarla porque era una mujer, era cosa de hombres. Pero esto ya ha cambiado, el mundo tiene que girar y hay que apoyar a todas las culturas que vienen”, comenta.
La solidaridad es otro de sus principios. “Reparto comida en el banco de alimentos, y fue ahí donde cogí el Covid. Ahí me dio una oportunidad Dios para descubrir que tengo que vivir y dejar que vivan los demás”, explica. Una Adela Gabarri que se muestra feliz del camino que llevó su vida. “He pasado muchas cosas hasta llegar donde estoy, estoy muy contenta con mi vida. Y muy contenta por ser mujer, gitana y feminista. En la vida he aprendido a ser libre y tener alas para volar”, concluyó orgullosa.