Política; su ciudad natal, Gijón; asuntos de largo e intenso debate como la tauromaquia o la llingua, fútbol o, como no, historia y arte, actividad en la que se licenció, son algunos de los temas que podemos encontrar en el nuevo libro de Rubén Figaredo, “El arte de recordar” (CICEES, Centro de Iniciativas Culturales), que presentó en el espacio cultural de la librería La Pilarica. En este trabajo se recogen muchos de los artículos que escribió nuestro protagonista entre los años 2008 y 2019, y que nos permiten hacer un recorrido a los hechos y temas de actualidad que acontecieron en ese espacio de tiempo, siempre con el toque de humor y seriedad de Figaredo.
- ¿Con qué artículo o con qué momento te quedarías de todos estos años?
El artículo mejor siempre es el que está por escribir, uno en el que no tengas nada que reprocharle al género humano sino, de alguna manera felicitarte por algún hecho del que merezca la pena sentirte orgulloso: de ser varón, de ser asturiano, de ser español e incluso de ser blanco. Porque normalmente escribimos sobre algo que está mal en el mundo y que como reflejo está mal en nosotros, algo que nos impide dormir. La literatura es una manera de dibujar un espacio que no existe, de crear un mundo alternativo. El mejor artículo sería aquel en el que se pudiera hablar de que la guerra en Ucrania acabó, de que habrá salarios dignos o de que ya no habrá mujeres maltratadas por personas que dijeron amarlas.
- Gracias al libro podemos hacer un recorrido por la actualidad del momento hasta ahora…
Esa era la idea… sirve para que no se olviden las cosas, porque lo que se olvida se repite. De ahí el título de “El arte de recordar”.
- Podemos encontrar artículos sobre temas “polémicos” como pueden ser los toros o la llingua…
El tema de los toros estaría enlazado con una doctrina peligrosa de hoy en día como es la cancelación, de poner en un mismo saco a todo el mundo y negarles el derecho de ser a la gente, simplemente por ser ella misma. La política debía ser como una marca comercial, los políticos son nuestros empleados y no les debemos reverencia ni disculparles todos sus errores. Cualquiera de nosotros comete los errores que cometen los políticos en una empresa y nos despedirían inmediatamente.
- ¿Cambiaron mucho el mundo y la sociedad de 2008 a 2019?
Cambiaron pero a peor. Los sistemas de educación pública tienden a la domesticación y a perpetuar roles subalternos y, en cambio la educación privada enfoca hacia un mundo privilegiado y jerárquico. Lo que me llama la atención es que las redes se llenaran de repulsa hacia la Familia Real porque la heredera vaya a estudiar en un colegio privado en el Reino Unido, cuando en realidad lo que deberían hacer era reclamar esa misma calidad a la escuela pública.
- Trabajaste durante seis años como profesor en Brasil, ¿qué tal la estancia y el modo de vida de allí?
Brasil es un paraíso que en un momento dado se puede convertir en un infierno verde, porque hay mucha inseguridad y es un país que no es para aficionados. Yo fui con mucha ilusión, entregué todo lo mejor de mí… salí de allí tras un asalto a mano armada. Desde el punto de vista cualitativo sería el país más importante de la tierra porque tiene la mayor reserva de agua dulce, tiene un montón de materias primas y biodiversidad y, también porque es el país del mundo que tiene más gente joven.
- ¿Cómo ves el futuro de la sociedad española y de la asturiana en particular?
Lo veo muy mal porque una sociedad que no se reproduce es una sociedad abocada a la decadencia. Si tú no tienes la ilusión por tener hijos, aunque parezca algo muy retrógrado y conservador, en realidad están diciendo… esta vida no merece traer a alguien más a ella. La historia, que es la más literaria de las ciencias y la más científica de las literaturas, nos demuestra que toda sociedad que no se reproduce está condenada a la decadencia y a la aniquilación. El momento que no queremos tener hijos para vivir el aquí y el ahora es una sociedad que está condenada a la desaparición. Y sobre todo, porque estamos empeñados en identidades grandonistas. Somos “borrachos y dinamiteros” como si fuera algo que garantizara un futuro… nos quedamos a vivir en un pasado glorioso que no fue tan glorioso. Hay que avanzar.