Calderón ha reunido en este drama elementos muy variados (ambientación histórica, personajes reales, ficticios y tradicionales; hechos verosímiles, tradiciones populares, temas muy humanos y diversos...) que, sabiamente unidos e integrados, lo han convertido en una de las obras más características y reconocidas de nuestro teatro. (...)El alcalde de Zalamea se concibe así como una obra polisémica llena de matices e interpretaciones posibles, de múltiple riqueza semántica. En ello y en su fuerza dramática reside, sin duda, su encanto y la razón del éxito y permanencia a lo largo de los siglos.