A ser vidente o médium o echador de cartas no se aprende. Ni se enseña. A no ser que hayas nacido con un don especial.
Yo me inicié a los nueve años con una gitana que se sentaba a vender caramelos en la esquina del colegio, pero algo había dentro de mí desde mucho antes, quizá desde siempre, que me permite intuir el futuro con la claridad con la que veo mis recuerdos, recuerdos que, por primera vez, comparto.
En estas páginas está todo lo que he sido y todo lo que soy. Y también mucho de lo que somos todos.