Misterioso, callado y taciturno, de Jorge Perotti se decía que habíaheredado una gran fortuna. Sin embargo, ninguno de los parroquianosque lo saludaban todos los días en el bar de la calle La Luna habíaintimado demasiado con él. Su única amiga era una niña de diezaños, hija de los propietarios del bar, a quien él llamaba tiernamenteCucurucho.Cuando Perotti murió, ya centenario, sus últimas palabras fueron: «El GranJuego. Sólo quiero volver al Gran Juego». Y el Gran Juego es la herenciaque dejará a la pequeña Cucurucho: una serie de pistas encadenadas que laniña deberá resolver en compañía de su hermano mayor, Cosme, y que a lapostre se convertirá en la gran aventura de su vida.Combinando con sorpredente maestría la delicadeza de la memoriageneracional y la emoción de la novela de aventuras, la fantasía y lacotidianidad, Leticia Sánchez destila en El Gran Juego, su segunda novela,un homenaje a esas apasionantes lecturas de todas las épocas y para todaslas edades -desde Lewis Carroll a Julio Verne- que en algún momentonos contagiaron el placer de leer.