El hilo conductor de El habitante de las fotografías es un personaje que, colocado frente a diversas imágenes, distintas en el espacio y en el tiempo, reconstruye su pasado y especula con su futuro. Pero en la manera de hablar de su propia vida toma distancia con respecto a lo que sería un género típicamente autobiográfico. Por el contrario, son los personajes y las situaciones que muestran las fotografías los que se encargan de trenzar una historia fragmentada y dispersa pero con un carácter que trasciende las circunstancias del protagonista para convertirse en una visión del mundo y de su historia. Su parecido con un álbum de fotos es evidente: se trata de un conjunto de textos breves que recogen escenas, retratos, paisajes, encuentros. En cuanto a la estructura, el libro no consta de ninguna parte diferenciada; se trata de un solo corpus formado por breves textos independientes entre sí y vinculados cada uno a una anécdota o suceso; cada texto, una página. Sin embargo, la intención es que la suma de dichos textos, que navegan entre la prosa y la poesía, dé como resultado la atípica biografía de un personaje que ha estado en muchos lugares pero que en ninguno se ha sentido aceptado, integrado.