Entre 1950 y 2000 se llevaron a cabo más de 4.000 asesinatos, cuarenta de ellos fueron a jefes de Estado. Los métodos empleados fueron de lo más diverso: teléfonos explosivos, dardos con el veneno de una cobra, paraguas envenenados o aviones ultraligeros cargados de gasolina. A veces, incluso una pistola normal y corriente. Y los objetivos: políticos, periodistas, escritores, reyes y dictadores. Nadie con una pizca de poder se escapa de codiciosas tramas o crueles venganzas.