Las historias no necesitan demasiadas páginas para tomar su propia vida. Alargar la escritura puede suponer un guitarreo innecesario. Con 999 palabras también se consigue entrar en el territorio de lo íntimo, analizar situaciones y permitir que siempre quede un espacio para que el futuro tome su propio capricho. Los relatos no son cortos porque su intensidad sea provisional. Al contrario, en su brevedad está otra esencia que conviene desmenuzar entre los dedos. Con 999 palabras y algo de habilidad es posible sintetizar lo que bien podría ser el germen de una novela.