Enriqueta no llora. Desde que su hermano se suicidó y le dejó una escueta nota de despedida con dos faltas de ortografía, Enriqueta vive en un mundo que le es ajeno e incómodo.
A fogonazos, mezclando poemas y breves pinceladas de prosa, como dos lenguajes siameses dialogando, dos maneras de contar la misma emoción, Paula Reyes dibuja esta estampa oscura, cómica, cáustica y lírica. Una historia no contada, solo esbozada y, como las más reales, sin ningún final.